Después del adiós

Silvia Alicia Balbuena

Se bajó del taxi. Se levantó el cuello de su abrigo y puso las manos en los bolsillos. La temperatura no era baja, pero sintió mucho frío. Tal vez le venía de los huesos, o de las vísceras, luego de un tortuoso adiós clandestino.
Cruzó la ancha vereda y entró a la estación.
De madrugada el andén estaba casi vacío. La vio. Demasiado rojo en sus labios y colorete, demasiado rubio en sus cabellos largos y teñidos, demasiados kilos en su ropa ajustada. Y muy pocos años para su figura vencida.
Subió tras ella los escalones del coche del tren. Justo para sostenerla cuando trastabilló y ver sus enormes ojos verdes estallados de lágrimas.
Se conmovió. Con ternura la llevó hasta un asiento y se ubicó junto a ella. Recompuso su propio dolor, que parecía pequeño al lado del de la muchacha.
—Jesús…
—No creo en Dios, no puede existir y abandonarme así.
—Jesús es mi nombre.
—Lisa —Y una sonrisa se dibujó en sus labios pintarrajeados.

Silvia Alicia Balbuena

(Rosario, Santa Fe, Argentina)