El libro fantasma
Dos amigos habían decidido ir a visitar a una mujer escritora que vivía en un pueblo cercano. Mucho se hablaba de ella, si bien la escritora no había sido reconocida, sus libros se encontraban en diferentes bibliotecas populares o en los saldos de alguna venta de libros. Los cuentos que escribía hablaban de la magia y el amor, del encuentro y la desdicha.
En el viaje en auto, íbamos leyendo algunos cuentos. A los dos nos gustaba leer. Nos conocimos en la universidad, estudiando Ciencias de la Comunicación y haciendo trabajos prácticos juntos. Nos dimos cuenta que nos gustaba leer el mismo género literario: los cuentos.
Martin era alto y flaco, tenía el pelo corto, de color negro y le gustaba usar camisas antiguas. Algo que nos gustaba hacer era comprar revistas, y sentarnos a leer en su patio toda la tarde con el mate de por medio. En una de las revistas que no recuerdo si compramos en una de las tantas bibliotecas populares que solíamos recorrer, encontramos una entrevista a una escritora cordobesa que no era reconocida, pero tenía mucha trayectoria en la escritura y decidimos localizarla. Primero buscamos su nombre en la guía telefónica, algo típico para buscar el número de alguien, pero no la encontramos. Googleamos en internet, pero no había información de ella.
Mientras seguíamos leyendo entrevistas, ya que era algo que nos fascinaba, encontramos otra pequeña nota de nuestra escritora misteriosa y ahí pudimos saber en qué pueblo supuestamente vivía. Entonces nos decidimos a viajar para conocerla, lo que habíamos podido leer sobre su vida y en los cuentos de uno de sus libros al que tuvimos acceso en una biblioteca universitaria, nos daba a entender que ella encontraba la inspiración en un libro al que siempre recurría para leer. Esto no era algo que nos sorprendiese ya que nosotros como escritores novatos sabemos que para escribir también hay que leer mucho. Pero el dato que nos llamaba la atención es que en una frase de la entrevista dijo: “El libro que siempre consulto como fuente de inspiración jamás podrá ser leído” y era eso lo que nos llamó la atención y por lo cual nos decidimos entrevistarla nosotros mismos.
Recorrimos varios kilómetros en el auto, por suerte la estación climática nos acompañaba y estábamos cómodos. Teníamos provisiones por cualquier imprevisto, algunos libros para entretenernos y nuestro infaltable mate. Martin conducía tranquilo y yo iba al lado leyendo en voz alta, cuando me cansaba poníamos música, el viaje no iba a ser tan largo. Nos estábamos acercando a las altas cumbres, sabíamos que nos faltaba poco.
Cuando íbamos llegando al pueblo una enorme ave se cruzó frente al auto y nos dio miedo, sentimos que la naturaleza quería frenarnos y que no debíamos meternos en este tema, pero nuestro fanatismo por la lectura podía más y decidimos seguir en camino. Entramos por calles de tierra y árboles, seguimos por una calle que en bajada llegaba a la esquina de una puerta de madera. Abrimos la tranquera y decidimos seguir a pie, si no nos equivocábamos era la casa de un señor conocido del pueblo quien nos diría donde encontraríamos a nuestra escritora misteriosa.
Nos indicaron el trayecto y preferimos hacerlo caminando, el paisaje y el colorido de la vegetación nos gustaron mucho y ya que no sabíamos si volveríamos a ese lugar, quisimos disfrutarlo.
Hicimos tres cuadras y paramos en un banco de una placita para preparar unos mates. Sabíamos que tal vez nuestra misteriosa escritora no se encontraría en la casa. En el caso de que ella no estuviera le dejaríamos una carta que habíamos escrito la noche anterior. De esta manera tal vez ella nos contactaría. Queríamos publicar una nota nosotros mismos en un proyecto editorial que íbamos a impulsar y que empezaría con un fanzine de literatura.
Según las indicaciones del señor más antiguo del pueblo, estábamos a una cuadra de la casa. Cuando llegamos vimos una decoración que antes no habíamos visto. Dos árboles bien verdes, uno de cada lado de la puerta, marcaban el ingreso a la casita. Era una casa de techos bajos y pintada con un color durazno y los marcos de puertas y ventanas eran rojos. La casa parecía realmente tomada de un cuento. Era claro que alguien que vivía en esa casa debía tener mucha imaginación y creatividad.
Llamamos desde la tranquera y nadie contesto, entonces decidimos entrar. Cuando llegamos a la puerta de ingreso a la casa, golpeamos tres veces. Se abrió la puerta y una mujer con el pelo muy blanco como la nieve nos miró a los dos y preguntó:
—¿Quiénes son ustedes?
Nosotros le dijimos:
—Yo soy Martin…
—Y yo Diego…
Luego procedí a explicarle que éramos estudiantes de periodismo y estábamos investigando sobre diferentes escritores. Le dijimos que queríamos entrevistarla porque habíamos leído sus cuentos y algunas entrevistas en revistas, sin mencionar que nos interesaba un libro misterioso que supuestamente ella tenía.
Nos invitó a pasar muy amablemente y nos preparó un té aromado con duraznos. Nos sentamos en un sofá muy cómodo, las paredes estaban llenas de estanterías con libros y adornos. No podíamos dejar de mirar todo el espacio e imaginar cuanta cultura había dentro de él. Tomamos té muy tranquilo mientras ella nos relataba algunas experiencias con los entrevistadores que fueron a hablar con ella.
Fuimos enfocando nuestras preguntas hacia lo que queríamos saber y ella se dio cuenta. Dijo:
—Sé lo que buscan, todo el mundo viene aquí por él, les aviso que no verán nada que no haya visto otro, evidentemente el universo hace una selección en este mundo.
Sacó de una mesita ratona con un pequeño cajón, un libro de tapas doradas y calado formando dibujos como signos de viejas culturas. Se lo dio a Martin, él lo abrió rápidamente y su cara dijo todo, hizo una sonrisa burlona y me pasó el libro y me dijo:
—Solo son hojas blancas, ¿querrá que anote algo?
Tomé el libro cerrado y cuando vi la tapa, las figuras se movían, pero solo observé y no dije ni gestualicé nada. Cuando lo abrí, aparecieron imágenes de colores y empezó a armarse una historia, fui pasando cada hoja y la historia continuaba. Martin me dijo:
—¿Estás loco? ¿Vas a pasar cada hoja de un libro en blanco? —, y salió afuera a fumar.
Yo no pude dejar de pasar cada página de la siguiente a la siguiente, no me hacía falta leer, solo debía observar las imágenes que aparecían y cuando llegué a la última página fue impresionante, pude darme cuenta en ese momento que gracias a todo lo que vi, pude saber la historia de mi vida y también la universal.
Luis Ceballos
(Escritor, actor y artista plástico)
(Córdoba, Argentina)
