De niña, cuando Alina se sentía sola, hablaba con la luna… Salía al patio y la miraba largamente. Una noche, fue una luna redonda y rojiza, la que vigiló su sueño…Intentaba dialogar con ella y, aunque no le contestaba, mirándola sentía una paz infinita…

Cuando sus padres se separaron, se tuvo que ir a vivir a la ciudad. Desde la ventana del pequeño departamento, no podía verla… Algunas veces su mamá la acompañaba hasta la plaza, pero la luna se perdía detrás de los edificios grises…

Entristeció tanto su alma, que su cuerpo enfermó. En el hospital donde la internaron no mejoraba… Allí conoció a Marta, una enfermera casi jubilada que intentó hacerle más felices sus días finales…

Decidieron operarla, era su única opción… Salió bien, pero Alina parecía no querer seguir viva… Entonces Marta decidió ayudarla y pintó en la pared de su nueva habitación una luna espléndida, redonda y luminosa asomándose hacia su cama sobre un cielo majestuoso…

Cuando Alina abrió los ojos, tuvo su luna y colgadas del techo, infinitas lunas suspendidas de hilos invisibles… Comprendió así la niña que había otras lunas posibles, infinitas lunas que temblaban cada vez que Marta reía…

Mónica Druetta
(Narradora, Tancacha, Córdoba, Argentina)