Soltar
Miriam Barbera
Se desplomó, las llagas del alma sangraban de sus ojos mustios.
El pulso acelerado. El tamborileo de su pecho no cesaba. El líquido sanguinolento le hervía dentro.
La lengua pegada al paladar, en la garganta no pasaba gota de saliva.
¿Para qué sostener lo insostenible? ¿Para qué mendigar amor tóxico? ¿Para qué intentar acercarse, extender la mano?
Cuando las palabras sordas no desean ser escuchadas.
Su cachorra dormía. Observó el relajado sueño, la envidió, ella debía estar en su lugar. Llevaba años de dormir sin pesadillas, o cuatro horas seguidas alejada del mundo.
Inspiró lenta y profundamente. Eliminó en el resoplido olor acre. Calmó cuerpo y mente. Fue a su interior, dejó de juzgarse. Se perdonó por ser distinta. Se apretó en un abrazo. Se compadeció de sí misma.
Lamió sus propias heridas con delicadeza para no hacer más profundas las llagas. Se levantó suavemente, las lágrimas corrían en libertad. Se acercó al espejo, mirándose, dijo:
—Solo un día a la vez, solo uno.
Miriam Barbera
(Maipú, Mendoza, Argentina)