La errata es una especie de pesadilla para el escritor, y por qué no también para los editores. Más de una vez hemos leído un libro con algunos errores que no pasan desapercibidos y que en una hoja aparte ese error intenta subsanarse con una aclaración de “errata”. Hay muchos ejemplos famosos de erratas, inclusive de libros y escritores muy importantes. Pero, ¿de dónde proviene este modo de justificar los errores?…
El misterioso arte de equivocarse
En la antigüedad se le adjudicaba la culpa a un demonio denominado Titivillus. Este demonio se considera que trabajaba bajo las órdenes directas del diablo para inducir a errores y confundir la comunicación que los monjes y escribas transmitían al pueblo. Luego, ya con el Renacimiento, se consideraba que Titivillus hacía uso de sus dones malvados para enredar las palabras de imprenteros, cajistas e impresores. Así nace el origen del error escrito en la leyenda popular. También cuenta la leyenda que Titivillus introducía en el fondo de una bolsa que llevaba en su espalda peluda todos los errores que recolectaba de los libros, luego los arrojaba a un rincón oscuro del infierno y allí, registrándolos con una tinta indeleble, los dejaba para leerlos el día del Juicio Final. Sin embargo, Titivillus no sólo recolectaba errores escritos en papel, también se jactaba de las charlas, los chismes, las malas pronunciaciones, las murmuraciones, las omisiones de palabras, los tartamudeos, las divagaciones, y todo aquellos que hacía un uso indebido del lenguaje escrito y oral. La iglesia era la más expuesta: sus textos, de vital importancia para transmitir la religión, eran siempre copiados por los monjes y el problema radicaba en que durante ese acto de copia los manuscritos solían plagarse de errores y se arrastraban en las siguientes versiones de los mismos. Copiar a mano en la antigüedad era un festín para Titivillus, que se apoyaba en el aburrimiento del copista, su cansancio y la falta de luz natural en muchos monasterios, permitiéndole así llegar a los errores, manchas, roturas del papel y hasta incluso volver a reescribir más de una vez el texto.
La Fe de Erratas
Para aplacar la intromisión de Titivillus los humanos necesitaron hacerse cargo de los errores escritos en papel usando la “errata”. La fe de erratas es una lista de errores o equivocaciones que se detectan en un texto impreso. Suelen insertarse al principio o al final de un libro, detallando así un enmienda que debe ser hecha en cada uno de los casos marcados. La fe de erratas es un método de corrección posterior a la producción del libro impreso. En este método se indica en un listado los errores cometidos indicando la página donde se encuentra el error y señalando lo que debería decirse en vez de lo que se escribió. Esta solución es la más económica y aceptada universalmente para corregir errores y no tener que reimprimir el libro dado que sería sumamente costoso. En la fe de erratas son listados errores pequeños, tales como errores de escritura básicos, puntuación u ortografía. No son tenidos en cuenta errores de mayor magnitud como los de construcción de oraciones que pueden modificar gravemente la correcta interpretación de un texto.
La Fe de errores
No deben confudirse la fe de erratas y la fe de errores. Suenan parecidas, pero no son la misma cosa, pues hacen referencia a dos cosas totalmente distintas. La fe de erras es la lista ordenada de errores detectados en un texto posterior a su impresión, y la fe de errores aparece por lo general en la sección de “cartas al director” de una publicación y hace referencia a errores de una publicación periódica que resultaron erróneas.
